Blog Tour IV: Más sobre las obras de Haimi Snown

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Aquí os dejamos algunos fragmentos de la autora Haimi Snown.

  • ¡Me has desnudado! —lo acusó Ailyne antes de poder ordenar a su mente que no dejara salir las palabras.
Celso se mantuvo de espaldas el rato que necesitó para esconder su sonrisa, aparecida como consecuencia al tono indignado. Se aclaró la voz y se dio media vuelta, quedando todavía bajo el marco de la puerta. Ella lo miraba dolorida y lacrimosa. No era en su carácter mentir, así que tenía descartado decirle que no había disfrutado con la operación. Esperó para contestar hasta que estuvo seguro que su voz sonara con la debida consideración.
  • Estabas empapada y tenías fiebre. He hecho lo normal y pienso que me merezco tú gratitud. —Mil demonios, había hecho todo lo humanamente posible para sanarla, pero no pensaba suplicar gratificaciones.
  • ¿Esperas que te dé las gracias por qué me has tocado y manoseado y quién sabe qué más? —vociferó Ailyne, pareciendo enfurecida.
  • Escucha, señorita, —Celso correspondió a su cólera y contraatacó—, no es como si no hubiera visto antes un par de tetas, y permítame añadir que no hubiera perdido nada si me quedaba en la ignorancia con respecto a las tuyas.
Ailyne dedujo que algo acababa de ocurrir, pero no entendía precisamente de qué se trataba. Había sentido la respiración del perdidoprecipitada y ardiente y había visto sus ojos oscureciéndose. Por alguna razón su reacción la había afectado y su corazón latía más rápido. Además sentía los latidos incluso en su estómago. Podía estar enfermo y ella se contagiará, pensó preocupada.
  • ¿Te encuentras bien? —le preguntó, mirando su espalda. Estaba mitad metido en el maletero, buscando las mochilas.
Sacó la cabeza y tiró un equipaje en el suelo. Le lanzó una mirada expeditiva y contestó en voz ronca.
  • Sí. Perfectamente. ¿Por qué me lo preguntas?
  • Me pareció que tenías una especie de virus.
  • No. Estoy bien —afirmó, lo que hizo que Ailyne sospechara aún más.
  • Parecías tener un estado febril y creo que me lo has transmitido a mí. Pero quizá no sea importante, veo que se me pasa —especificó ella, levantando la cabeza y recibiendo en el rostro una débil ráfaga de viento—. Sí, categóricamente me encuentro mejor.
  • ¿Cómo te encontrabas antes? —preguntó Celso con un mohín escondido y una expresión que Ailyne no pudo descifrar.
  • Tuve un momento de mareo, creo. Y una efusión de calor seguida del aceleramiento de mi pulso. ¿Estás seguro sobre la calidad del aire? —Ella arrugó la nariz, olisqueando como una gata.
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  • ¿Has comido? —preguntó.
Ailyne hizo un gesto negativo con la cabeza.
  • Pero he preparado café —afirmó.
  •  ¿Cómo supiste encender el fuego? —inquirió Celso, mirándola suspicaz.
  • Vi cómo lo hacías tú ayer. Me gusta aprender y probar lo que tú haces.
  • ¡Que Dios nos ayude! —él farfulló buscando una taza y llenándola con el líquido oscuro.
  • Debo avisarte… —Ailyne carcajeó ante la mueca combinación de sorpresa y asco que Celso no tuvo tiempo de esconder—. Quería decirte que no me salió igual que la tuya —añadió entre hipos, mirando su espalda cuando salió fuera para escupir algo que tenía gusto de barro rancio.

Celso vació la taza entera, pero al fondo seguían depositados sedimentos granulados que no querían despegarse.”

 

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